Pólvora
La mujer tiene el cerebro lleno de pólvora, granos que gravitan en la cornisa de sus cavidades, en el espacio reducido entre dos pálpitos.
La mujer desgrana ansias y la pólvora penetra entre sus sienes, martillean los párpados, la noria gira sueños y un hombre que se aleja y es la niebla.
Hace frío, una noche y la mujer esconde sus pies en el útero caliente, mirada a la espalda del que circundó sus entrevelas, pólvora que confunde la niebla con el frío, con el humo, unos labios torturados de neón, luces frotando los mitones pidiendo una moneda para comenzar otra vez a morir. La mujer mendiga un sillón para recostar al muerto que transporta bajo el brazo, al fusil apuntando a un gigante de ventanas a la calle que cierra sus cortinas para siempre.
La mujer atraviesa pisadas sin sombra, aprendices siluetas amparadas bajo la luz de una farola y es la acera la que brilla, la que arde bajo el cráter, es la acera la pólvora del nervio que desangra la palabra equivocada.
Es tarde y alguien cabizbajo de mugre tiene el cerebro lleno de pólvora, granos que gravitan la cornisa de sus cavidades y penetran con olor circular a sangre de vientre.
La mujer tiene sed, y esta noche la acera arde, bajo el neumático aúlla charcos de tristeza mientras los sueños caminan lejos.
LORENA del HIERRO
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