Nunca he vivido por encima de mis posibilidades, salvo en los sueños, salvo en las ideas que, como dicen los alemanes, están libres de impuestos (por lo menos hasta ahora). Siempre me cubro las espaldas ante determinadas personas: políticos, pedagogos, sociólogos, economistas con o sin nobel, psicólogos y publicistas; nos llevan entre todos a un solo pensamiento, tratan de solucionar lo que una educación en todos los sentidos nos hubiese hecho más variados, con más aristas, con un criterio propio. El miedo a todo me dio la idea de escapar, me dio el horizonte, me hizo pensar, me acostumbró y me taró, pero también me hizo saber elegir. En una sociedad que renuncia al miedo, a la muerte, a la tristeza, a cambio de la línea perfecta donde no se siente, donde las satisfacciones están al alcance de todos en la línea negra ancha de la visa. Yo, que viví con lo puesto, y lo cuento ahora desde mi mac, desde mi adsl, desde mi compañía tiránica de teléfono, yo conectada con todo para no saber bien qué quiero decir, me planto. Ya está bien de los tantos por ciento que te sacan la piel a tiras, de los modélicos ejemplos de los anuncios, de las parábolas de la economía solo para que sepas que no sabes. Hay clases todavía, ahora hay gente tan pobre que no tiene tiempo para sentarse a mirar a las musarañas, hay gente tan pobre que necesita consumir lácteos y faldas cortas de 3 euros para aproximarse a la felicidad, hay que plantarse. Aquí os quedáis con vuestros anuncios cargados de buenismo, con vuestras salvaciones a costa de cadáveres flotando, de vuestras herramientas mediáticas para que nos pensemos sin futuro. Me quedo con la axila caliente de mi prójimo, con mi cerveza de oferta frente a la duda, con mi panegírico de odios, con los laguitos de calcio de las uñas, con la frente arrugada de opinar hacia adentro, con las moscas, con las cosas pequeñas, diminutas, con la felicidad del choque de los átomos para mostrar la maravilla de una sola cosa. Veamos en lo pequeño, la estructura gigante de las cosas, hoy como pan con choped y me siento en una piedra a contemplar el maravilloso espectáculo del mundo.
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