POR SU INTERÉS y el de los que le conocimos copio este texto de Julian Alvarez que antecede al video.
Conocí a Tres cuando en 1983 tuve ocasión de grabarle en la sala Metro de Barcelona, él como cantante del histórico grupo KLAMM y yo como director de la nueva Escuela de Video-Cine-Tv IDEP. Una de mis primeras actividades extra-académicas, nocturnas y gamberras, fue salir con alumnos y la primera cámara de video del IDEP, la Sony 1800 primero, y la Sony M3 después para documentar conciertos y otros eventos de la noche barcelonesa como “Barcelona Cómeme”, de Pedro Almodóvar y Mc Namara en la mítica sala Zeleste de la calle Platería en 1984.
Entonces ya se hacía llamar Tres. Nunca supe su verdadero nombre, tampoco se lo pregunté. Para los amigos y conocidos era simplemente Tres. Yo lo veía entonces como un “hijo de papá”, que iba de artista por la vida, de germanófilo por aquello de la música techno de vanguardia y por deferencia a Joseph Beuys, su artista alemán de referencia; y de anglófilo por su otro artista americano de cabecera, John Cage y su mítica pieza “4’33”. El francés Marcel Duchamp, era otro de sus artistas fetiche de referencia. Yo no entendía entonces esa nítida conciencia de artista, pues para mi artista era el que vive de su arte y él, entonces y después, malvivía de esporádicos trabajos alimenticios, pero en absoluto de su arte.
Años más tarde, en los ochenta y noventa, nuestros encuentros fueron más frecuentes gracias al amigo común Josep María Jordana, que documentaba en video sus acciones artísticas y las editaba en la sala de postproducción de la Escuela de Video IDEP que yo dirigía. Creo recordar haber asistido a su primer y sucesivos ceremoniosos “Conciertos silenciosos”, en los que los músicos apenas hacían sonar sus instrumentos. Y también a los diferentes “cócteles silenciosos”, donde los invitados, a veces más de 100, no podíamos hablar. Degustábamos el cóctel preparado para la ocasión (etiquetado silencioso) mientras en video-pantalla contemplábamos a la cantante María Callas por supuesto en modo mute. Y también estuve presente el algunos de sus “conciertos para APAGAR” o Blackout. Acciones éstas en las que el artista invitaba a un singular ejercicio de atención auditiva a los diferentes “apagamientos” de los sonidos que se producen en el interior de un edificio. Primero se “apagan” aquellos elementos que generan más ruido aparente, y así sucesivamente hasta llegar al máximo/mínimo de silencio/ruido posible. Uno de aquellos primeros “apagones” o blackout artísticos tuvo lugar en la Escuela de Video-Cine-Tv del IDEP.
Su obsesiva dedicación al silencio, y por extensión al vacío como medio de expresión artística me sorprendía y desconcertaba. Pero sin ser muy consciente de ello, el Silencio apareció en mi obra audiovisual seguramente influido por Tres, la primera en el video “Santa Sevilla” (1993) con el poema de F.G. Lorca “El Silencio” (“oye, hijo mio, el silencio”). También en el egoMovie “De Ponferrada al Valle del Silencio” (2001) que incluye un fragmento de su “The conceptual High Volumen Silence CD”. Pero donde el Silencio ha tenido mayor relevancia ha sido en el guión del proyecto cinematográfico “El limpiacristales y la publicista” (1994). Uno de los protagonistas, inspirado en Tres, es un artista sordomudo que prepara su retrospectiva sobre el silencio. Proyecto de guión de largometraje que de momento permanece inédito en el cajón.
En las dos últimas décadas, y hasta su muerte en 2016, he tenido ocasión de colaborar en varios eventos con Tres como protagonista, primero en 2013 poniendo imágenes a la pieza musical para el video-clip “Angel Humminbird” y, más recientemente, en 2016, también para para el video-clip “Wisteria House”, del CD “Artefact” (The fake Druids. H.Tres & D.Blake), última obra musical cuyo packaging final no llegó a ver. Unos días antes de su muerte, cuando casi nadie sabía de su cáncer terminal, casualmente Rosa y yo aparecimos por su casa de Premià de Dalt y nos invitó a escuchar directamente de su ordenador la última pieza, la núm. 12 del CD ARTEFACT “Bruges-La-Morte”, la que ya había decidido sería su epitafio musical. Nunca olvidaré aquellos momentos esforzándose por aparentar cierta normalidad cuando ya todo estaba decidido, dónde, cuándo y cómo artísticamente morir. Ahora lo sé, pero no entonces. El Silencio que impuso a su alrededor formaba parte de su artística puesta en escena final para que su silencio definitivo fuese aún más notorio.
A pesar de mis reticencias en relación a su arte, su muerte me ayudó a entenderle como ARTISTA. Al margen de la creación de objetos o relatos más o menos originales y creativos, entendí entonces que no se trataba de reconocimientos, ni de la institución ARTE, ni de cachet, sino de la progresiva creación de uno mismo a través de obras, prácticas y metáforas que progresivamente configuran al ARTISTA. La obra de arte a reconocer es el individuo, en este caso TRES, que con su muerte culminó un proyecto, un work-in-progress existencial de ARTISTA paradigmático.
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