El 8 de febrero de 1996, desde la ciudad de Davos, en Suiza, John Perry Barlow, uno de los más reconocidos activistas a favor del movimiento underground por internet, socializó por la red la ya legendaria “Declaración de Independencia del Ciberespacio”.
“Gobiernos del Mundo Industrial, vosotros, cansados gigantes de carne y acero, vengo del Ciberespacio, el nuevo hogar de la Mente. En nombre del futuro, os pido en el pasado que nos dejéis en paz. No sois bienvenidos entre nosotros. No ejercéis ninguna soberanía sobre el lugar donde nos reunimos.
“Los gobiernos derivan sus justos poderes del consentimiento de los que son gobernados. No habéis pedido ni recibido el nuestro. No os hemos invitado. No nos conocéis, ni conocéis nuestro mundo. El Ciberespacio no se halla dentro de vuestras fronteras. No penséis que podéis construirlo, como si fuera un proyecto público de construcción. No podéis. Es un acto natural que crece de nuestras acciones colectivas.
“Estamos creando un mundo en el que todos pueden entrar, sin privilegios o prejuicios debidos a la raza, el poder económico, la fuerza militar, o el lugar de nacimiento. “Crearemos una civilización de la Mente en el Ciberespacio. Que sea más humana y hermosa que el mundo que vuestros gobiernos han creado antes.”
El contenido del documento, abanderado por toda una serie de comunidades virtuales, hackers, crackers, net-artist y ciberpunks, apareció el mismo día que el Congreso de los EU aprobó la Ley de Decencia de las Comunicaciones (CDA) a fin de iniciar la regulación de la información cursada por internet. En aquel momento nacio formalmente un nuevo fenómeno en el campo de la comunicación digital por redes: la aparición en internet de un movimiento comunitario de usuarios, de corte contracultural según su propia autodefinición, en relación a los intentos estatales y empresariales por regular los contenidos de la red.
Por una parte la defensa a ultranza del espacio digital como un sitio regido sólo por la voluntad comunitaria de los usuarios; por la otra, el proyecto gubernamental para controlar a la red a partir de los intereses de las esferas comercial y financiera. Dos visiones implacablemente opuestas en relación al proceso de “apropiación tecnológica” sugerido por Patrice Flytche, y al mismo tiempo una propuesta de regreso a los ideales comunitarios y existencialistas de la contracultura de los 60 pero esta vez en un espacio virtual.
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