Zehar / 2008
“La ciberfeminista es una mezcla única entre activista, ciberpunki, pensadora y artista”
Alex Galloway
“La política de los cyborgs es la lucha por el lenguaje y contra la comunicación perfecta, contra el código único que traduce a la perfección todos los significados”
Donna Haraway
En 1997, un grupo de mujeres firmaron en la Documenta de Kassel un texto titulado las“100 anti-tesis del ciberfeminismo” con el que reivindicaban la fuerza de la ironía como arma de intervención política radical. “El ciberfeminismo no es una fragancia, no es una pipa, no es un fake, no es genético, no tiene sólo un lenguaje…”. Como artefacto de des-re-codificación, el ciberfeminismo se formula pues, voluntariamente, desde la parodia y el territorio del mito: una historia de origen inidentificable, contada una y mil veces, que niega la primacía de una única versión sobre las demás. Y así, se convierte en un buen lugar para pensarnos, indeterminado y fluctuante, que cobra sentido por la acumulación de prácticas dispares que, desde el arte, la filosofía o la acción social han ido escribiendo las muchas micro-historias de las que se compone. Ninguna más auténtica que las demás pero todas igualmente válidas y cohesionadas en torno a una constatación, susceptible de muchas declinaciones: la dimensión profundamente política de la tecnología.
La web 2.0 ha cambiado nuestra manera de relacionarnos, de producir y consumir información, de adquirir y propagar conocimiento. Y uno de los fenómenos que más ha despertado las fantasías feministas de emancipación digital ha sido, lógicamente, el de la blogosfera, de la que nos hemos apropiado con voracidad para compartir experiencias, crearnos redes de apoyo mutuo, visibilizarnos unas a otras y, sobre todo, soñar con la posibilidad de una revolución que siempre nos decepciona. No es cierto que en el cerebro colectivo haya sitio para todo el mundo. Cuando la libertad de expresión convive, como ahora, con una suplantación de la vida pública por formas más o menos atractivas de exhibicionismo hiper-real, es sólo una estrategia de despiste.
l espacio digital no existe en el vacío. Por el contrario, se halla íntimamente intrincado en instituciones socio-políticas excluyentes para todos aquellos que no entramos en la categoría de lo neutro -hombre, blanco, occidental- y en valores atávicamente patriarcales como la competitividad, el mito de progreso o el sometimiento del entorno en todas sus formas, humano o natural.
¿Cuál es la posición real de las mujeres y los hombres reales en el sistema de producción de la economía informacional? ¿Qué papel nos toca a los otros (mujer, bollera, niño, negra, sin papeles), históricamente excluidos de la producción de discurso, en eso que llamamos sociedad del conocimiento? ¿Cómo puede ser viable un proyecto de emancipación política radical -entendiendo política como algo que tiene que ver con los asuntos comunes- en un entorno fracturado y sometido a vigilancia en el que se desmantelan sistemáticamente las zonas sociales autónomas, las únicas en las que podrían formularse códigos capaces de dar cobijo a la alteridad?
El lugar natural del ciberfeminismo no puede ser otro que el de la tecno-política. Una tecno-política comprometida con el cuestionamiento de todos los códigos de realidad -informáticos, sexuales, afectivos, identitarios pero también sociales, macro/económicos y geo/políticos- que nos convoque a reflexionar colectivamente sobre el patriarcado como modelo histórico de organización social y su transformación contemporánea en el capitalismo tardío. No quisiera creer, como dice con humor Christine Tamblyn, que digital sea sólo “otro nombre para ir de compras”.
“Chúpame el código” es una frase sacada del “Manifiesto de la zorra mutante” de VNS MATRIX. Casi todas las referencias de este texto pueden encontrarse en la selección de textos ciberfeministas dehttp://www.estudiosonline.net/.
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Publicado originalmente en Zehar 62 (2008).
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