28/5/10

Isabel Pérez Montalban. Codex de Poetas


Isabel Pérez Montalbán (Córdoba, 1964), reside en Málaga desde 1981. Ha publicado los poemarios No es precisa la muerte, Pueblo nómada, Puente levadizo (1996), Fuegos japoneses en la bahía (1996), Cartas de amor de un comunista, Los muertos nómadas, De la nieve embrionaria, El frío proletario, La autonomía térmica de los pingüinos (2005), Siberia propia y Animal ma non troppo. Aparece seleccionada en diferentes antologías y libros colectivos como Feroces. Radicales, marginales y heterodoxos en la última poesía española, Voces del extremo, La paz y la palabra. Letras contra la guerra, En pie de paz. 11-M: Poemas contra el olvido, Con voz propia. Estudio y antología comentada de la poesía escrita por mujeres (1970-2005), Escrituras del desconcierto. El imaginario colectivo del siglo XXI, Poesía viva en Andalucía y Once poetas críticos en la poesía española reciente (Baile del sol).


UNA FOTO SIN VERBO
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Niña rebeca de entretiempo azul,
las coletas de paso, purpurina
militante de todo laberinto,
al fondo la tristeza cual punto cardinal. . .
-
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Niña collage de retal y organdí,
adiestrada en burbujas, no creyente
de los cuentos de hadas, de los magos;
superficie rasposa de rodilla y frontera. , .


Niña selva y safari, calentura
pequeña medio oculta en los rincones,
acantilado y semáforo en rojo,
caracola sin playa, muro de agua el destino
.
de su libro 
"Un cadáver lleno de mundo", XVII Premio Ciudad de Córdoba "Ricardo Molina", Hiperión, 2010.

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Te conozco incluso mejor de lo que tú mismo
te conoces a ti mismo.

Ya no estaré cuando te llegue esta carta. Todo se derrumba.
Pequeños equívocos sin importancia, tinta o caligrafía de ayer,
hoy se recobran en espuertas de grandes errores.
El muro en el espejo antecede a la noche del decreto.
Mi casa de muñecas se vende como una reliquia.
Todo verdor o cualquier íntimo trópico perecerán en un instante.
Ya todo sugiere la segunda guerra fría alrededor,
ya lo privado se oculta en los latidos fin de siglo
y lo más público se dice en la escritura invisible. Sin leyes,
el pronombre personal alcanza el grado fiero de la escritura.
No me llames, no me alguiles, no me esperes en arbril;
rastréame más próxima y mestiza en el recipiente de mayo.
Porque sé que te pareceré una extraña que no estuvo allí,
en las armas secretas de tu tiempo y tus papeles,
porque fui también incómoda huésped en mi tiempo.
Me creerás una espía que surgió del frío,
rescoldo y ceniza entre las cenizas rojas de Gramsci,
presunta usurpadora de Cándido o el optimismo,
pues cuánto dura cuanto , pequeño y grande amor,
corazón tuyo que late en el piano de mis costillas,
magma que abrasa y tintero como sangre de mi sangre
donde se moja el punzón de cuanto escribo,
fuego preso definitivamente mío sin que lo notes.

De Siberia Propia (Bartleby Ed.)


La herencia

El frío inconsolable de los pobres.
No basta la abundancia para arropar el frío
que se hereda en los genes y nace del escombro.
No hay leña que derrita tanta nieve embrionaria.
Se encienden chimeneas. Con la lana se teje un sol,
un armario de soles, un paño de artificio.
Se adquieren edredones como un nido de pájaros.
Y el frío, por debajo, permanece.
De la médula vuelve la trastienda del hielo
a cubrirme los ojos como sangre reseca.

Ya todo es negritud, glaciar y sangre.
Por mis venas se espesa la eutanasia de un río,
el brutal abandono de la mano paterna,
los hermanos perdidos en la prisa de un puente.
La enfermedad congénita me vigila larvada,
se burla de mi huida cuando cambio de nombre
y usurpo los derechos de otra vida.
Ya todo es cicatriz, hospital y alacranes.

Se conquistan los barrios, la blancura
de las liendres y el suero. Se aprende la costumbre.
Se accede a la oficina, al ropaje, a la fiebre,
al calor esponjoso de los cuerpos.
Y el frío, sin embargo, permanece.

(De Los muertos nómadas, Diputación de Soria, 2001)

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