¡ Santo dios!
Tal vez sea mejor ¡Dios mío!
Poco importa. La intención, el
sentimiento queda más o menos claro. Comunico, ante todo intento comunicar. Al
grano. Nada de concesiones poético-artísticas, que luego me hago un lío.
¡Santo
dios!
Comunico. Susto, obviamente.
Hasta ahí habíamos llegado todos. Y obviamente estarán todos deseosos de saber
porqué susto.
Es un tema delicado, uno no puede
soltarlo así como así. Necesito una breve introducción.
En tiempos de los reyes católicos, los judíos...
No. Demasiado. Es demasiado. A
ver...
Padezco
de esquizofrenia desde la más tierna infancia. Me eduqué en un barrio de
infelices proletarios inmigrantes de provincia que tenían que convivir a la
fuerza con gitanos, “maleantes” y toneladas de heroína acechando sus pequeñas
costumbres y su moralidad de provincias, y que me despreciaban por ser hija de
uno de los comerciantes mayor diversión era aquella broma de mi padre es
albañil, mi padre es barrendero, o mi madre es chacha, vivan los barrios bajos.
O sea su mayor diversión era ridiculizar de 9 a 5 los dudosos trabajos que de 9
a 5 ocupaban mis vecinos del otro mundo, el del tercero, por ejemplo, que me
regalaba cómics cuando me veía por la escalera, sin saber muy bien qué hacía,
porque alguna vez que llegué toda contenta a enseñárselo a mamá me quitó
espantada el Jueves de las manos y me sugirió que cada vez que volviese a
ocurrir, le enseñara el ejemplar, que Vicente era muy buena persona, pero que
de vez en cuando se tomaba una copita de más. Así que crecí en la más absoluta
contradicción, se me negó el concepto del bien y del mal, y cuanto más
investigaba, más imposible se me hacía una teoría que aunase los dos criterios.
Me sentía marginada en los dos sitios, pero tampoco lo llamaban marginación,
era ese su concepto de lo bien hecho y lo mal hecho...
Excesivo. Definitivamente no
sirvo para esto de las medias tintas, mejor me salto el principio.
( Levanto la vista y me veo en el
espejo. Me brillan los ojos. )
Iremos pues directamente al
grano. Retomemos:
¡Santo
Dios! (susto, pavor, casi dramático).
Me he dado cuenta de que he vuelto a sentir.
Sentir, sentir... Esta
palabra es demasiado ambigua. Se puede
sentir hambre, frío, amor, odio, ternura... Vale. Ya está.
Me
he dado cuenta de que he vuelto a incubar sentimientos, ya sabes, amor,
ternura, compasión... Y es que yo lo tenía muy claro, erradicar esas
debilidades, casi lo había conseguido. Mirada fría y dura, sonrisa ambigua a
la par que irónica. Y por dentro, lo más importante, ojos cerrados y hielo.
Mucho más allá de los cero grados. Ya se sabe, si alguien pregunta, ataca,
acusa, es que la vida me ha enseñado... mejor que el a ti que te importa, no es
asunto tuyo, es mi estrategia y tu escasa mente no da para comprender. Cierra
menos puertas.
Detestaba
mi propio sexo, el femenino, misoginia es la palabra técnica. De echo me lo
tengo que recordar de vez en cuando, sobre todo a la hora de escoger el baño en
locales públicos. Detesto mi propio sexo, por su actitud pasiva, mojigata, por
sus mentiras estúpidas, por su sensibilidad empalagosa y resobada, mujeres de
bello rostro que fingen flotar por la vida, todas mienten, y se acurrucan en
brazos inocentes que confían en su inocencia para buscar amor y evitarse la
pregunta de quién son realmente, qué quieren, qué buscan, qué son. Ahogan a
sus amantes, a sus compañeros, a sus amigas, se ahogan entre ellas....
Así
que me disfracé de caballero, pantalón, camisa a rayas, pañuelo al cuello, rojo
para más señas, chaqueta masculina de anchas hombreras y ojal vacío, y conseguí
hacerme un sitio entre el colectivo masculino. Estudié sus palabras, sus
gestos, su supuesta frialdad, y sin darme demasiada cuenta, miraba y tocaba
prietos culos femeninos. Sueños eróticos, o conversaciones sobre a quién me
haría y a quién no. Pero las únicas referencias históricas que tenía a mano
eran, Jorge el de los cinco, que se me había quedado un poco anticuado/a por la
edad y que con eso de ser un personaje para niños no tenía necesidades
sexuales, y Juana de Arco, con la que no compartía exactamente su inspiración
heroica. Me faltaban mitos, hitos, reflejos históricos, seguir los pasos de
quién. Vestida de hombre, cualquier mujer parece que se ha puesto mona para
seducir.
Mientras,
una idea irónica me hacía reír de vez en cuando, me siento Edgar, refinado,
intelectual, exquisito y sensible homosexual. Calcetines rojos, a juego con
el pañuelo, por supuesto.
Y en medio de
la complejidad de mi personaje, imposible de clasificar, históricamente,
humanamente, sexualmente, ahora esto. Susto. Ahora resulta que me da por volver
a incubar sentimientos. Lo que faltaba. Ahora, por si fuera poco, mi yo
femenino, que creía extirpado, se ha enamorado de mi personaje masculino. Se
contonea en el espejo, se pone seductor.
Lo
estamos complicando. Es imposible que nadie siga el hilo. Dentro de poco, ni yo
misma voy a saber qué decir... Empecemos de nuevo, a ser posible sin tantos
detalles.
Detesto
mi sexo. Preferiría ser hombre. O persona, cualquier cosa menos compartir sexo
con esas arpías. Por ejemplo, ser homosexual. Ese aspecto femenino nada
forzado que a las mujeres les sienta tan mal, resobado y resobado después de
siglos de cultura, esa sensibilidad que en las mujeres se vuelve lágrimas a la
mínima o sentimientos dulces en exceso, empalagosos, esa inclinación por la
suavidad que en las mujeres se vuelve blanda, algodonosa, como si ellos-¿nosotros?- los homosexuales, tuviesen la verdadera esencia de lo
que es el lado femenino, recién descubierto, puro, sin leyes rígidas que
indicaran la actitud a seguir, como ese lado femenino de las cosas liberado de
las convenciones y de las ataduras que supone el aprendizaje de ser mujer.
Apología
de la homosexualidad. Esto tampoco me convence. Yo, lo único que quiero decir,
es que, de repente había dejado de sentir, a fuerza de obscenidad, de corrupción
interior, ironía, extirpar esas manías que la sociedad te imprime. Y hoy, me
he mirado al espejo del pasado y he sentido que...
El
amor sin sexo, o el sexo sin amor, que quede un paréntesis entre ambas
prácticas, sino, es imposible seguir adelante, alguien morirá por el camino,
evitar los sentimientos. Y hoy, al recordar que una vez sentí, o que yo sentía
antes, he vuelto a sentir...
No me van a entender, no se van a
enterar de nada, tirar la toalla todavía que estoy a tiempo, decir no sé, que
me gusta alguien y explicar que estoy enamorada, un final feliz, algo que les
conmueva, dejarme de reivindicaciones baratas, a quién le puede importar que
me no encuentre mi sitio en esta sociedad de sexos, no me van a entender, se
harán un lío, igual que me lo hago yo, y luego vendrán las consecuencias...
Me
gusta alguien.
No, sería un problema, porque lo
único que les interesaría saber es quién, y eso con todos mis respetos no es
asunto de nadie, ni siquiera de quién.
Pues lo voy a soltar así, como
suena, pase lo que pase y digan lo que digan.
Que
me estoy haciendo un lío, que ya no sé si soy un hombre o una mujer, que no sé
si lo que quiero hacer es ligarme a un tío masculino que me maltrate, o a uno
de estos nuevos hombres sensibles de los noventa, todo tierno y comprensivo, o
si mi odio por las mujeres es un problema freudiano de celos de mi madre, por
follarse a mi padre y tener la desfachatez de concebirme y darme a luz sin ni
tan siquiera consultarme antes, algún tipo de lesbianismo reprimido...
Esto no es un
problema de tendencia sexual. Alguien me dijo que gritase, que gritase, que no
parase de gritar nunca, y creo que es el mejor consejo que me han dado jamás.
Vale ya de palabras escurridizas, al grano. Pasaremos al usted, por eso de
guardar la distancia, que crean que me queda respeto...
Que
si siempre tienen la entereza de definirlo todo, de edificar límites allá por
donde uno va, un pie en lo correcto, otro pie en lo incorrecto, sirenas rojas,
cámaras de vídeo, vallas de protección, bolardos para no aparcar, defínanse
ustedes, para al menos tener la no-referencia, el no-camino, dejen por fin esa
ambigüedad llena de poesía a cinco duros, reconozcan su fracaso, señores, dejemos
de fingir, todos estamos igual de perdidos, nadie sabe exactamente por donde
hay que seguir, y sus benditas negaciones sólo logran despistarles y a ratos
despistarnos,
Arrêtez! A ver si en francés queda más claro
Qué coño se
creen que van a hacer con nuestra vida, han convertido todo en una amalgama
informe de confusión.... Que me expliquen de una vez qué es lo que pretenden,
a ver si de paso se enteran ustedes.
Raquel Rodríguez Alonso
Cortesía de MLRS (Manual de
Lecturas Rápidas para la Supervivencia). Segunda Época. # 1.
Enero-Febrero 98
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