Algunos fragmentos de un texto de 1972 publicado originalmente por 'La Banda de Moebius', o como un proceso de digestión puede durar 44 años. FMk
Comuna Antinacionalista Zamorana [...] la Comuna Antinacionalista Zamorana fue un vago círculo de gente más bien joven que se congregaba, desde los últimos meses de 1969, en algunas tabernas de París en torno a Agustín García Calvo, catedrático de Latín destituido por el régimen franquista por su apoyo a la rebelión estudiantil madrileña de febrero de 1965; desde junio de 1969, vivía exilado en Francia. Venían de las tierras de España (más bien pocos de Zamora); algunos, fugitivos de la policía y las cárceles de la dictadura, tras haber tomado parte en las acciones de protesta de los ácratas de Madrid. Un año y medio había pasado desde el estallido de mayo de 1968; en Francia (como en otras partes) se vivía «la triste reintegración al Orden del bullicio estudiantil que había desconcertado al mundo los años antes, entre violencias desesperadas de las últimas bandas de trosco-maoístas y otros feligreses, y la más potente asimilación del pensamiento rebelde a la pedantería académica y filosofante». [...]
NO CREE LA COMUNA EN LA VIOLENCIA NI EN LA NO VIOLENCIA
NI EN LOS APARATOS DEL PROGRESO NI EN LA
TÉCNICA NI EN LA HISTORIA NI EN LA CIENCIA.- EL SABER COMO FE
Así, ni cree la comuna en la violencia (lo cual no quiere decir que crea
en la no-violencia), puesto que la violencia es patrimonio del Estado, ni
cree en los procedimientos pacíficos, porque ellos también desde el
momento que la Paz es la Guerra, al servicio del Estado están; y renuncia
a la televisión y al automóvil y a la ametralladora y a todos los inventos
que, nacidos ya en la segunda parte del Siglo del Progreso, no
nacían ya cubriendo necesidades anteriores, sino reproduciendo maquinalmente
el esquema de creación de los inventos más antiguos,
nacidos, según se dice, para cubrir necesidades; ni cree tampoco en
la Técnica en general, pero tampoco cree en la Naturaleza (pues que
desde el comienzo de la Historia la supuesta Naturaleza es ya una Natura
Prima, metida dentro de la Segunda), ni cree en la Historia, por supuesto,
(tanto menos desde que ha visto que la más lúcida de las críticas
del alma del Estado, de su Dinero, se ha venido pleando por haber
mantenido su fe en la Historia), pero tampoco cree en la Ciencia, negándose
a hacer la separación, todavía habitual incluso entre los más
agudos de los revolucionarios, entre Ciencia y Técnica, ya que no sólo
es que la Ciencia esté declaradamente vendida como técnica al Estado
y al Comercio, sino que como Ciencia directamente, por sus propias
nociones y creencias, aprovecha, en funciones de Religión, a la
actividad productiva y opresiva del Estado. De modo que dicho se está
que, no creyendo en la Ciencia, no cree en la Fe: bien recuerda ella
como esto del “creer en” surgió en nuestro mundo precisamente en la
primera palabra del CREDO de Nicea, donde la mera confianza, que
es lo que anteriormente proclamaba la palabra, se convertía en este
nuevo modo de saber que se llamó creencia.
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PRIMERA VISIÓN DEL MUNDO: EL ESTADO PROGRESA EN DUREZA
Animados pués con esta confianza, que sólo la desesperación más
cuidadosa nos permite, examinamos el Mundo brevemente desde lo
alto de la añoranza del campanario de la torre de Santiago de Zamora:
y ve aquí lo que vemos. Por los catalejos de algunos lo primero que
se ve es que el Orden acrecienta de día en día su presión y su violencia,
hasta el punto de que muchos gritan al fascismo: pues no sólo ya
los estados imperialistas y socialistas, sino igualmente los estados democráticos
y liberales, como solían llamarlos, se ven obligados cada
vez más a desenmascararse, y el miedo de verse descubierto le hace
al Estado gastar cada vez más fuerza en proteger la evidencia de su
debilidad.
SEGUNDA VISIÓN: EL ESTADO PROGRESA EN ESTUPIDEZ
Pero otros lo que divisan ante todo es un aumento estraordinario de la
memez y la grisura en la administración de la Nueva Sociedad por todas
partes; la estrema mediocridad de los gobernantes “occidentales”
(mera contrapartida y complemento de los restos de culto apoteósico
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a lo Mao y a lo Castro en otros sitios) se les aparece como símbolo al fin
y al cabo de los nuevos modos de miseria y de la cara baratura de la
vida entera en los países progresados: así como el continuo aumento
de poder de los negociantes se acompaña en ellos de una creciente
grosería en sus procedimientos y pérdida de la ingeniosidad de los
mercaderes de antaño, así el Poder mismo, vendido por entero a los
negociantes, no puede sino estar hecho a la medida de esos embrutecidos
nietos de los burgueses, y el Estado es ya por doquier (incluso
allí donde sin más ha sustituido, por revolución, a los negociantes) un
Estado de mercachifles de medias de nilón y de petróleo. Y en cuanto
al resto de la población, aquéllo que antaño se decía el pueblo, apenas
hace falta ya describirlo aparte; pues con decir que ellos son los
clientes de tales comerciantes y los contribuyentes de tales administradores,
ya se ha dicho bastante por el momento.
DEL TERROR DE LA ESTUPIDEZ: EL MACHO DE LA MANTIS RELIGIOSA
Y LA CARA DEL CONDUCTOR DE AUTOMÓVIL
Y en efecto, por vistoso que sea el terror de la violencia declarada,
con sus bombardeos y sus fusilamientos y sus carromatos de Policía, los
corazones se estremecen sobre todo a la visión de la faz de la trágica
idiotez que gobierna todo y que indiferentemente produce bombas o
lavadoras, tanques o cochecitos individuales; al modo que en la imaginación
del coito de la mantis no es tanto lo que aterra las mandíbulas
de la hembra comiéndose el abdomen del macho, sino la persistencia
con que él sigue comiendo en torno yerbas con que alimentar
el abdomen que Ella tiene medio devorado; y así como no es la peste
y el ruido del Progreso la parte más espantable del automóvil, sino la
cara del conductor, llena de aquella seriedad desconsoladora del que
cree que está yendo a alguna parte.
TERCERA VISIÓN DEL MUNDO: EL ESTADO PROGRESA EN DESORDEN
POR VÍA DE RACIONALIZACIÓN
Pero aún hay otros terceros que lo que ven en la actual historia del Poder
es justamente el caos y el desorden: como si el Estado estuviera
ahora viviendo sólo de la corrupción, de la inseguridad, del cambio
perpetuo y acelerado. Oponen éstos, en efecto, la inestabilidad de los
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Estados actuales al buen asiento y relativa solidez de los pasados; toman
nota de la ansiosa necesidad que todos ellos sienten de hacerse
cargo de todas las modas de cada año y de cada mes, pretendiendo
usarlas para su propia sustentación; y no pueden menos de ver que, así
como los géneros que los Estados producen suelen ser cada vez más
efímeros y más incapaces de disfrute repetido (en tanto que, por el
contrario, los cadáveres y basuras de esos géneros tienden hacia la
inmortalidad) así los propios Estados productores parecen perderse en
una fiebre de inestabilidad y de reproducción en cientos de nuevos
Estatículos, aunque esa fiebre sirva para proporcionarle al Estado el
único modo de subsistencia acorde con los tiempos. Y como nota importante
nos hacen ver esos observadores que esa apariencia caótica
de los Estados de hoy en día la consiguen ellos precisamente por medio
de un proceso de racionalización y perfección del ordenamiento:
cada alto funcionario que inventa un nuevo impreso que rellenar para
facilitar los trámites o cada empresario que alquila una nueva máquina
ordenadora para atender como Dios manda a su contabilidad están
de hecho contribuyendo a la confusión y el caos administrativo;
pero con todo, su fe en el proyecto de racionalización, aunque dé
como fruto inmediato un aumento de la barahúnda, está en definitiva
justificada: pues lo que importa, a costa de lo que sea, es que el Estado
mantenga su razón de ser: y si para subsistir requiere la asimilación
del caos mismo, no por ello va el Señor a arredrarse ante el proyecto
(acaso en otras tales se ha visto ya el Señor), y el desorden establecido,
como llamaban al Orden los personalistas, no dejará de seguirse
arrancando todas las caretas que haga falta, sabiendo que el propio
proceso de desenmascaramiento sucesivo y acelerado puede también
usarse como máscara del Orden que es la máscara del caos.
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