Laurie Anderson volvió a nuestro país a traernos un poco de su poesía.
Su perspicaz mirada crítica sobre el mundo actual, sobre las relaciones
humanas, sobre los países con ansias de invadirlo todo, sobre los realities
shows, sobre la publicidad, sobre la guerra, sobre las armas, sobre la muerte,
sobre la memoria, sobre la tortura y sobre cientos de tópicos tan conocido por
nosotros como no tenidos en cuenta, nos dejó esa sensación de impotencia que a
veces resulta un disparador para hacer algo.
A uno le dan ciertas ganas de, por lo menos, no ser participe de la
destrucción de la
cultura. Ante la invasión - destrucción masiva de la cultura,
que lleva a cabo nuestra querida televisión día a día, mediante culos, tetas y
cabezas huecas o mediantes historias de conspiraciones mafiosas y transas de
poder adornadas con música incidental, pero que suceden allí afuera, uno tiene
la posibilidad de escuchar algo en el arte, que nos haga pensar hacia donde
vamos. Laurie nos trajo un poco de eso.
Habiendo pasado los 60, la vanguardista música norteamericana se ha quedado más cerca de “el contar historias” que del deslumbre
musical. Y eso, a veces es necesario. Ciertas palabras no necesitan más que
voces que las digan (y Laurie Anderson utiliza más de una voz para susurrarnos
lo insoportable). Vino al Gran Rex a presentar el disco que saldrá a la venta
en el 2009 “Homeland” La banda se completó con Eyvind Kang (Viola), Peter
Scherer (teclados), Skuli Sverrisson (bajo) y en un regalo maravilloso, su
marido Lou Reed, tocó un tema.
Uno de los poemas musicalizados que más me impactó fue “Only an Expert” y recomiendo que
lean la letra.
El resto del show navegó por climas apacibles y terribles, transmitiendo esa sensación que te da la vida. Lo bueno y lo malo están permanentemente a nuestro alrededor. Podemos elegir que sentir. ¿Podemos elegir que cambiar?
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