Para Diane Arbus lo más valioso no era la fotografía en si misma, sino el proceso, la experiencia. La fotografía era el trofeo, lo que recibía como premio después de la aventura. Le interesaban los seres humanos e iba a su encuentro, buscaba lo que guardaban en su interior. "La fotografía es un secreto que habla de un secreto. Cuanto más te dice, menos te enteras", decía.
Diane Arbus fue mucho más que una coleccionadora de frikis. Arbus explora los límites de la sociedad, los marginados, los enfermos mentales, los deformes, los excéntricos, los transexuales, pero también la gente corriente y ordinaria. Es su mirada la que los hace extraordinarios.
Extremadamente sensible y vulnerable, Diane Arbus se suicidó en 1971. Su obra sigue y seguirá interesando, porque cada ser humano es un misterio y ella lo exploró e hizo un bello canto a la diferencia.
Ahora ya no estás,
te negaste a seguir jugando el juego de los adultos
en el que, manteniendo el equilibrio en la cima que corona la oscuridad
se sigue corriendo sin mirar abajo
y nunca se salta por temor a caer
agradecimiento a Alicia M. Gazo (AP.CC)
Pero no pudo más y como le dijo su hermano el poeta Howard Nemerov en Para D-Muerta por su propia mano :
te negaste a seguir jugando el juego de los adultos
en el que, manteniendo el equilibrio en la cima que corona la oscuridad
se sigue corriendo sin mirar abajo
y nunca se salta por temor a caer
agradecimiento a Alicia M. Gazo (AP.CC)
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