FUENTE: rebelion.org
Hoy empieza el curso escolar en Catalunya. Los alumnos y alumnas de ciclos formativos de grado superior pagarán unos 400 euros de matrícula. Nunca hasta ahora. Si no ando errado, es la única –o una de las pocas- comunidades de “la pell de brau” (Espriu) donde esta nueva tasa impositiva que afecta básicamente a las familias trabajadoras se ha impuesto este curso. La ratio de los cursos de ESO ha subido a 36 alumnos. Las horas lectivas –y no lectivas- del profesorado de primaria y secundaria se han vuelto a incrementar. Unos 3.000 enseñantes han sido
despedidos. La inversión en educación en Catalunya en 2009, el último dato conocido, se situaba en el 3,24% de su PIB (el porcentaje óptimo es del 5%). Se han congelado los grupos de ciclos formativos por los que, supuestamente, se apuesta. Se han reducido las becas de comedor. Podemos seguir. Pero acaso no es necesario. Todo ello, para que no quede atisbo de duda, es responsabilidad del gobierno conservador-nacionalista catalán. No de “Madrid” como ellos suelen decir.
Ocho séptimos de lo mismo podría señalarse en el ámbito de la sanidad. Su conseller, un ex jefe de la patronal del sector, ha negado (sin rectificación posterior) que la salud sea un derecho ciudadano. Es una de sus grandes hazañas (anti)sociales.
Otro conseller, el de economía, Mas-Colell, uno que proviene de la izquierda antifranquista, lanzó en su día proclamas en distinguidos Círculos de Economía aconsejando a los empresarios “emprendedores” que aprovecharan el mal momento del espacio público –que, según sus palabras y las de su colega madrileño Boada, se expande como los gases- para hacerse con todo, para privatizarlo todo. Es el lema central de su cosmovisión ultraliberal.
En otros nudos del muy demediado Estado de bienestar catalán las cosas no son mejores. Siguen pendiente de abono los ingresos del mes de julio a residencias, fundaciones y otros servicios sociales básicos y el conseller del ramo ha declarado recientemente, antes de esta última Diada, que no era seguro el abono al 100% de las transferencias de septiembre.
En un ámbito más general, tras el sonado fracaso de Eurovegas, una de las apuestas que retratan a las claras las estrategias de país de un clase dominante que dice amar por encima de todo a Cataluña, se ha impuesto otra opción que abona la misma senda de infamia, negocios de ladrillo y servilismo: Barcelona World, una opción que encabeza, con la aquiescencia de la Caixa, uno de los empresarios, Bañuelos, más representativos de la época de la burbuja inmobiliaria y sus insoportables alrededores. Que sea un empresario pepero-blavero les importa un bledo inmaduro. ¡Los negocios son los negocios! Otro de sus lemas preferidos.
Los Millet, los Prenafeta, los Oriol Pujol, las cuentas de Unió Democrática et alteri, son parte –una parte tan sólo- del paisaje de corrupción generalizada entre las élites catalanistas que dicen amar el país (que de hecho consideran suyo, de las 400 familias de las que habló Millet) todos los días y gran parte de sus noches.
Por si fuera necesario añadir algo más, la política fiscal del gobierno ultraliberal de la Generalitat defiende como pocas los intereses de las clases sociales más privilegiadas y el fraude fiscal alcanza aquí valores insoportables. Pagan (en su lenguaje) los asalariados y los tontos.
Nada de eso –o muy poco- estuvo presente en el grueso de la concentración principal de la Diada de este 11 de setiembre. Por descontado: ninguna referencia al 11 de septiembre chileno ni a acontecimientos similares. La solidaridad no es marca de esta casa. No son estos los valores que mueven este mundo.
La narrativa nacionalista –machaconamente abonada desde diferentes medios de (des)información e inculcación político-cultural (TV3: 35 minutos de publicidad independentista; 8TV: una servil entrevista de don Josep Cuní, cada día más a la derecha, a Francesc Homs, el portavoz del gobierno, el que llamó macarra a Montoro)- tuvo como eje central la idea que subyacía al lema que abría la manifestación: “Cataluña un nuevo Estado de Europa” y, como idea complementaria, lo que CiU pretende negociar: más dinero, otra política fiscal, y más poder para sus seguidores y las clases sociales que tan fielmente representan. Luego está el horizonte de 2014 y la amenaza, formulada por Mas a la BBC ayer noche, que si no se les escucha “el camino de la libertad se abre para Catalunya”.
¿Y los valores de izquierda? ¿Uno tan sólo, dos a lo más? En el limbo de los justos, donde residen las almas bellas. ¿Por qué? Intento responder en notas posteriores.
Mientras tanto (no afirmo ni deseo abonar un sendero de estas características), si el gobierno central y el partido que le da vida y aliento (con el que por cierto, y como es sabido, CiU se ha entendido a la perfección centenares de veces en numerosos asuntos antiobreros y antipopulares), se comporta respecto a la manifestación ciudadana de la Diada de manera similar a como el gobierno Mas de los mejores privatizadores se ha comportado antes las justas reclamaciones de decenas de miles y miles de manifestantes en numerosas protestas (sumados: en número mayor que los manifestantes de ayer), la respuesta está cantada: silencio, golpes en la mesa, un que les den (o expresión similar) y más leña al moño. Más o menos, lo que hace semana tras semana el gobierno conservador catalán. Se les pagaría -¡Dios no lo quiera!- con su misma moneda.
Por lo demás, y como era previsible, la ultraderecha españolista (El Mundo según me cuentan) agita tempestades que, por supuesto, suenan muy bien a los oídos nacionalistas catalanes. Su interesada conclusión, la que han ido abonando a lo largo de décadas, puede resumirse así: España = Queipo del Llano. Ni que decir tiene que el republicanismo democrático de Lluís Companys lo han ubicado, unos y otros, también los de aquí desde luego, en el archivo de los trastos inútiles. Para ellos, “España” (también la de Machado, la de García Lorca, la republicana, la de Negrín, la antifranquista incluso) siempre huele mal y la Catalunya de los negocios desalmados, la explotación, el servilismo al Imperio y las desigualdades sociales crecientes es como un postre exquisito de Ferran Adrià, uno de los prohombres catalanes que, por cierto, quería instalarse en el complejo Eurovegas de mister Adelson.