19/5/11

DEMOCRACIA Y AUTOCRÍTICA


(NOTA publicada en Facebook por Fernando Tornero, poeta y ciudadano valenciano, crítico e indignado...como muchos)

Nunca he usado el facebook para la expresión política, propaganda, o para denunciar ninguna institución. Entiendo que tengo más de 400 amigos, y cada uno comulga con su propia simpatía hacia una u otra ideología. Puestos a insistir, lo hago a través de los versos, que encuentran una familiaridad distinta, más plural, ya que a todos, en algún momento, antes o después, nos seduce la poesía. Sin embargo, comprendo perfectamente que las redes sociales son una herramienta eficaz, multiplicadora, cercana, y básicamente gratuíta. Eso la convierte en voz absolutamente necesaria, quizás la única que disponemos los anónimos, la gente corriente, para convocar, desahogarse, unirnos, y sobre todo, encontrarnos. Hoy es diferente, hay algo tangible que se mueve, hay una palabra que está crispada y propone indignación. No es una palabra nueva, sólo era una palabra dormida. Y la verdad, es que todos pertenecíamos al mismo sueño. Agricultores que cedían sus campos para edificar, y en dos años ganaban la fortuna de varias generaciones. Nomineros, fijos o no fijos, que se hipotecaban para toda la vida, para su única vida, a interés variable y obsesión fija. Empresarios de la nada, que levantaban imperios de cualquier actividad, a pagar a 120 días, con pagarés que la propia bonanza del sistema hacía buenos. Políticos que no han sido auditados, que las urnas sólo les pasaban factura cada cuatro años (y ocho, y doce),y claro en ese tiempo, hay mucho espacio para la fortuna, y la renta vitalicia. Bancos que no han sido legislados, que han sido generadores de una escalada a la cumbre sin oxígeno, por la propia (in)competencia, por los dividendos, por los mercados, por la ausencia de unos mecanismos suficientes para evitar esta locura colectiva. Es así, mientras el sueño nos llevaba entre algodones, nadie quería despertar. Cuando el sueño se acercó a la pesadilla, entonces, sólo entonces, un sobresalto, un grito, los ojos abiertos, el sudor, y las sábanas desordenadas. Pero ahora, es otra vez momento de superarse. El ser humano lo ha hecho siempre. Hemos atravesado montañas, hemos cruzado océanos en un cascarón de madera y cuatro telas, hemos salido al espacio en una nave del tamaño de un ascensor, hemos superado pandemias y se ha encontrado el remedio de evitarlas. Yo creo en el hombre. Y creo que supera en virtudes los defectos. El desarrollo nos ha llevado hasta la democracia. Si miramos atrás, vemos otros sistemas que han caído en el fracaso. El comunismo y el fascismo han provocado retraso, hambre, miedo, y genocidios. El anarquismo no ha encontrado su espacio, pues es mucha la experiencia que demuestra que las personas necesitan gobierno, como ocurre ya no sólo en esta especie, sino en practicamente todas las que conocemos. La teoría de la democracia debería cubrir las esperanzas de progreso y bienestar. El pueblo es soberano, y decide voluntariamente quién le representa. Y además, vuelve a hacerlo cada determinado periodo de tiempo, donde concurren análisis y futuro del proyecto que gobierna y gobernó. Pero la democracia, nos está fallando, porque la hemos dejado a su suerte, porque no la hemos pasado a examen, porque la hemos dejado que se nos llene de una clase política vulgar, ausente de discurso, volcada en el enfrentamiento, en la desfachatez, en el peor de los ejemplos, en la corrupción, en el olvido sistemático de la función de servicio al ciudadano, en definitiva, nos han acostumbrado a la decepción, y no hemos hecho nada. Personalmente, creo que esto tiene mucho que ver con el nivel de bienestar y desarrollo que han traído años de crecimiento. El pueblo sólo se une cuando no puede más, cuando no puede comer, cuando no puede vivir. Y nosotros, la mayoría, hemos llegado a casa y teníamos la nevera llena, y nuestros hijos estaban bien, y teníamos techo y trabajo. En esa situación el pueblo es la persona, el individuo y su pequeño universo que le rodea. Por eso deberíamos aprovechar y que estas movilizaciones, esta palabra que despierta, no fuera sólo un encuentro de disgustos, una mera intención de dejarse oir, de no sentirse cómplice de un sistema que ahora pretende descargar toda la responsabilidad en el ciudadano. No, no debemos dejar que todo se pierda en una mera declaración de intenciones. Ocurrirá lo mismo. Las movilizaciones se convertirán en anécdota. El silencio de las urnas se extenderá como la pólvora, y de nuevo estaremos a merced de un bipartidismo que ha fracasado, que no genera ilusión, que sabemos quién hay y qué le mueve. Una propuesta de nada, un futuro temerario, y una corrupción asfixiante, son los platos únicos de una democracia que hay que rescatar. Es necesario no dejar pasar más tiempo. Las protestas ciudadanas deben materializarse en un cambio, y este cambio debe tener el respaldo de una serie de propuestas que sean exigentes con nuestros gobernantes. Yo propongo dos. Una: Aprovechar el empuje de las redes sociales para ofrecer formaciones políticas alternativas. Estamos deseando escuchar, creer, motivarnos, y tener esperanza. Estoy convencido que la gente se volcaría con un grupo que ofrezca proyecto de trabajo y enmienda a la decepción habitual y demagogia de la política actual. Tal vez, un grupo que hable más de gestión que de política. Dos: Fundamental. Un comité ciudadano de auditoría, para la revisión del cumplimiento de las promesas electorales y la vigilancia contra la corrupción. Con potestad suficiente para la denuncia ante los tribunales y la moción de censura llegado el caso. No puedo permanecer ausente, a veces sentimos que poco podemos cambiar. No recordamos el triunfo que somos. Lo importante que nos hace. Hemos olvidado el cuerpo que tanto hacemos por él. Cada individuo es un milagro. Y no es una palabra grande. Es una palabra a medida. Somos muchos millones de años de un Universo que nos ha querido. Podemos ciertamente con todo, si somos capaces de perseguir los sueños con los ojos bien abiertos. No debo permanecer ausente. Tú tampoco. Fernando.

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