16/3/08

Maria Cañas. La virtud demacrada

María Cañas (Sevilla, 1972) dirige Animalario TV Producciones, una plataforma de experimentación audiovisual en variados campos: videocreaciones, videoclips, instalaciones, imagen digital, proyectos en Internet… Así como www.animalario.tv, un contenedor en construcción permanente, dedicado a la cultura del reciclaje y al apropiacionismo.
Licenciada en Bellas Artes, cursó el Doctorado en Estética e Historia de la Filosofía en la Universidad de Sevilla. Actualmente realiza su tesis sobre estrategias audiovisuales experimentales y coordina proyectos audiovisuales, destacando el Certamen Audiovisual Injuve 04.

‘La virtud demacrada’, descabellados montajes que reflexionan sobre el sexo, el erotismo y la pornografía en nuestros tiempos y en épocas anteriores. Recurriendo a la Historia del Arte (Goya y Caravaggio son dos de las referencias indiscutibles, a María le encanta su perverso tremendismo), y a iconos contemporáneos sacados del cine o del reverso de la vida, crea una cosmogonía que nos mete de lleno en su imprevisible mundo imaginario, una galaxia paralela donde una marabunta de imágenes en tropel atacan de imprevisto a los espectadores para intentar, recurriendo al exceso y la saturación, no dejar indiferente a nadie. Los fotogramas con los que trabaja la artista, como una recua desordenada de cautivos mediáticos rebañados en cualquier sitio, son incoherentes agrupaciones de pensamientos que se te tiran a los pies o se te suben a la espalda para turbar así la tranquilidad de nuestras domesticadas conciencias, rebaños de imágenes manipuladas que a través del humor consiguen alicatar la percepción con un testero de surrealistas visiones, contemplaciones que entre el divertimento y la parodia rompen estereotipos o ridiculizan prejuicios.

Estos Foto-collages de estética sobrecargada y desorden aparente, son pedazos de realidades desunidas, retales que Cañas remienda recurriendo a las ventajas que nos permite la tecnología digital. Con estas mimbres deslabonadas, ensamblando valores e interpretaciones diferentes, consigue construir un discurso meta-artístico variopinto que al ajustar las piezas unas con otras adquieren una semántica nueva. Sus videocreaciones, sus fotomontajes o sus intervenciones en
Internet, son tormentas de ideas imprevisibles que descargan chaparrones conceptuales, torrentes que nos llevan al paroxismo del absurdo iconográfico; un cajón de sastre caótico donde cabe cualquier cosa de cualquier época, un territorio fecundo de paradojas imposibles y poemas visuales absurdos convertidos, por la mano de la artista, en un retablo de la maravillas.


El vehemente suprarrealismo audiovisual de María Cañas te hace pensar o reír o inquietarte. No hay escapatoria. No hay lugar para la indiferencia. Recurre al apropiacionismo y a la intertextualidad para crear asociaciones inesperadas que nacen de imágenes conocidas, vínculos que pervierten el significado original de lo presentado y lo transforman en algo distinto con intenciones subversoras. La idea es luchar contra los modelos sociales y culturales establecidos, hacer cara a estos esquemas involucionistas que condicionan nuestro cerebro y atrofian nuestras libertades. Su arte se enfrenta de manera inteligente a ellos a través de la mordacidad, cáustica ironía que, intencionadamente, acaba dejando en evidencia estos arquetipos prefijados porque pone de manifiesto la torpeza de sus retensiones o lo falso de su idealidad. Si el Narciso de Caravaggio era un efebo ególatra, el de nuestros tiempos es un actor porno desganado que rinde culto a su falo por encima de su imagen. Los tiempos que corren han desmitificado la virtud, convirtiéndola en una vulgar pantomima pública que corre de plató en plató -o de portada en portada-, aireando sus miserias para dar de comer a morbosos, ignorantes y ociosos.

Con sus fotocomposiciones, María Cañas quiere denunciar la sustitución en nuestros días del sutil erotismo de antaño por burda pornografía barata. Pornografía que no es sólo carnal ni voluptuoso, sino que incumbe a la mayoría de nuestros actos o planteamientos por su bajeza o inutilidad. Nuestra sociedad del bienestar acoge bajo su manto un sinnúmero indeterminado de personas desmotivadas (normalmente internautas o tele-espectadores), que se desentienden de las inquietudes vitales esenciales para campear despreocupados por mundos paralelos más irreales pero menos peligrosos. Existencias pornográficas (por grotescas, por bastas, por zafias), que carecen del menor aliciente constructivo o de la mínima delicadeza. Gentes que se alimentan de fracasos ajenos para evitar afrontar los propios, individuos que se consuelan con reality-shows de pacotilla para fomentar sus miserias con tontas ilusiones de otros. Su arte, anarquista, antropófago e iconoclasta, se alimenta del maremágnum de contenidos que inunda nuestra sociedad global de la comunicación, caos descontrolado donde podemos encontrarnos desde la denigración más abyecta hasta la lírica más honda, océano infinito donde conviven sin criterio ni orden la poesía más profunda y la desvergüenza más ruin.

Cortesía de LA FRESA http://www.lafresa.org/index.htm

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