6/2/10

Una política para la cultura inerte


He creído oportuno compartir con quien le interese unas reflexiones acerca de las políticas de difusión cultural y del arte, con las que me siento plenamente identificado, es un breve extracto, si alguien quiere más le puedo hacer llegar la ponencia celebrada en BCN hace 3 años.


fragmento del artículo Una política para la cultura inerte publicado en la revista argentina Todavia, nº4, abril 2003.


“Difundir y extender el acceso a los bienes culturales no alcanza para cambiar el escenario actual. Es imprescindible emprender una política cultural similar a la ecológica, que esté presente en todas las dimensiones de la vida humana.(...)

(...) se trata de proceder a la culturalización no sólo de la representación del mundo sino de la vida –y eso incluye la educación, así como el entretenimiento, la política y la economía. La política cultural tiene que ser como la política ecológica, que, dicho sea de paso, es una política cultural: debe abarcar todo, bajo todos los puntos de vista, o de lo contrario no funciona. Cuando ello no ocurre, cuando no tenemos un Greenpeace de la cultura –como dice un amigo español–, es demasiado el peso de lo inerte cultural para nuestras pobres políticas de democratización cultural epidérmica basada en la idea de difusión. La Alemania nazi, al igual que hoy nuestros países, sólo tuvo un gigantesco inerte cultural. Transformar ese inerte cultural en un activo cultural es una tarea tan vasta como la que enfrenta el movimiento ecológico. No por eso es menos posible.

No obstante, una cosa debe quedar clara: la identidad perfecta entre la cultura objetivada y la cultura subjetiva no debe ser alcanzada. No es que no pueda: no debe ser alcanzada. Poder, puede. Los Estados totalitarios laicos o religiosos buscan

y consiguen esa identidad. Eso de ninguna manera me interesa y de eso huyo horrorizado. Para evitarlo, la culturalización de todas las categorías para ver el mundo e insertarse en la vida debe abrirle un gran espacio al arte. La cultura es la regla, el arte es la excepción, le gusta evocar a Godard. En la política cultural hay un juego delicado entre la cultura y el arte. Apostar todo a la cultura es perder el juego mayor, acaso el único que interese. Jugar todas las fichas al arte es estar al lado de la cultura común. El buen sentido sugeriría un acuerdo entre ambas cosas (pero el buen sentido nada crea...). Lo que se sabe concretamente es que todos los regímenes totalitarios, laicos o religiosos, insisten en la cultura y temen el arte. Es una pista.

Para terminar, se pueden resumir estas observaciones en dos o tres líneas: resulta inútil continuar con la difusión de la cultura tal como se practica hoy en día; aumentar la «cantidad» de cultura y el número de personas con acceso a ella, así como la cantidad de tiempo que una persona se halla expuesta a la cultura, no cambiarán mucho el escenario actual. Es mejor que nada y es mejor que muchas otras cosas. Pero no basta. Es algo que sólo aumenta lo inerte cultural. Se trata de una política cultural de superficie, cuando lo que se necesita es una política cultural de corte vertical, en profundidad, que sólo puede alcanzarse si la cultura se vuelve parte integrante de todos los otros procesos y esferas de la actividad humana: la educación (sobre todo la educación que, en ciertos países, está desprovista de cultura, aunque pueda parecer lo contrario), la salud, el planeamiento económico, el derecho, el entretenimiento, la seguridad pública, la industria y el comercio. O la política cultural asume la forma de la cultura ecológica (estar presente en todo) o está condenada a no avanzar. Compartimentar la cultura en un ministerio de cultura es condenarla a un efecto decorativo o, en el mejor de los casos, avanzar a paso de tortuga en un momento en que la sociedad precisa una acción a toda velocidad. Y eso sin olvidar que la piedra de toque de esa política es el arte, es decir, la variación, la exploración y, llevado al límite, la violación, la trasgresión de la cultura”.

Teixeira Coelho

Crítico de arte, director del Museu de Arte Contemporáneo (MAC) de la Univ.de Sao Paulo (USP), Brasil entre 1998 y 2002, coordinador Observatorio de Políticas

Culturales de esa universidad, profesor titular de la Escuela de Comunicación y

Artes (ECA) de la USP. Desde septiembre de 2006 es Coordinador del Museu de Arte

de Sao Paulo (Masp).


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